Suena esta canción en mi cabeza mientras me alejo, en coche, de la ciudad donde he vivido los últimos 6 años y medio. Creo que es mi favorita de este año:
I'm leaving Toronto
If it ever lets me go, dice.
Derramo una lagrimilla, como hice ayer cuando me despedí de mis amigas hasta dentro de mucho tiempo. Y como hice el otro día, cuando pedimos juntas un último deseo a la luna de diciembre. O ahora, mientras escribo esto desde mi habitación de la infancia, rodeada de cajas.
Me mudo en unas semanas a una ciudad enorme y desconocida a 10.000 kilómetros. Estoy tranquila, es lo que quiero hacer. Al mismo tiempo, despedirme de Madrid es difícil, parece que se cierra un mundo que en realidad no quiero que acabe. Y en realidad no se acaba, o lo hace solo para mí y por un intervalo de tiempo. Como le digo a Gema, Madrid seguirá en el mismo sitio cuando volvamos. También tengo un poco de miedo, ha sido una decisión importante. Tengo muy presente siempre este fragmento de La familia, de Sara Mesa, cuando me veo dando vueltas a esto: “No hay grandes decisiones, se dice, solo una ristra de pequeñas, incluso diminutas, decisiones, tomadas por azar, aunque en realidad no. En realidad, tomadas con titubeos pero también con audacia, una a una, paso a paso, libremente. Tomadas para bien.”
A modo de ceremonia, nos reunimos todas las amigas en una cena de despedida hace unos días. Pedimos, como digo, un último deseo juntas a la luna. Justamente de este pequeño ritual hablé en la primera de estas newsletters. Me sentí inmensamente agradecida, muchas de las personas a las que más quiero reunidas en mi salón. Me dijo Dani el otro día, después de vernos juntas, una cosa preciosa que rápidamente apunté en mis notas del móvil: Habéis creado un mundo aparte del que existe. (¡!!!!)
Así lo siento yo también. Tenemos un lenguaje propio, no nos hace ya falta esta pregunta: “¿Qué quieres decir con eso?”, porque ya lo sabemos1. La semana pasada le escuché a Ainhoa contar 4 veces una misma historia y las 4 me reí a carcajadas, y me reía con Robert porque dice que es adicto a coger taxis. Y no necesité ni mirar a Paula para saber lo que estaba pensando, y por supuesto ya sabía que nos íbamos a sentar todas en la terraza aunque hicieran 2 grados porque tienen que fumar. Y nos recuerdo ahora a Monti, a Raquel y a mí durmiendo juntas en una cama 12 horas del tirón (algo que a mí nunca me pasa), y entiendo por qué las tres nos emocionamos tanto al despedirnos.
Esta soy yo:
El año pasado me obsesioné con un libro que llegó a mis manos en el momento justo, titulado The radical potential of female friendship2. He vuelto a él muchísimas veces, y en esto que escribo hoy no puedo no poner este párrafo (la traducción es mía):
“Siempre he tenido mala suerte en el romance y buena suerte en la amistad. Casi escribo mala suerte en el amor, aunque esto no es cierto; sin embargo, el instinto existe: el de verter toda nuestra experiencia con el amor en un recipiente en particular. Mis amistades han sido vastas, abarcadoras y estructurantes, han enmarcado todos los momentos importantes y no importantes de mi vida.
He tenido amigas en fiestas y como vecinas y en hospitales y haciendo recados y cogiéndome de la mano, gritando desde un acantilado. Realmente no pienso en ellas como familia, porque esto implicaría que la familia es la única forma de que existan vínculos de cuidado tan fuertes. Ellas son, en todos los aspectos, cruciales en mi vida: en el día a día, en el gran futuro y todo lo demás.”
Mis amigas también me han acompañado en los recados mas ridículos, y yo a ellas, y hemos hecho unos viajes horribles en verano para vernos, hemos bebido demasiado y hemos hecho tonterías de las que luego nos hemos arrepentido. Hemos organizado nuestra vida en Madrid alrededor de pasar tiempo juntas. También nos hemos enfadado y hemos discutido para luego perdonarnos. Han sido sinceras conmigo cuando creían que me estaba equivocando.
Gema y yo preparamos un póster-ofrenda para nuestra despedida con algunas cosas que nos gustan y nos unen. Los textos son de Juanpe Sánchez López, Mariano Blatt y Robin Wall Kimmerer.
En la parte de atrás, gema y yo en un bar de nombre Flechazo, rodeadas de los innumerables tickets que nos hemos mandado entre amigas para hacer cuentas a posteriori. El texto es de Pablo Messiez.
Leía el otro día un poema precioso de Fernanda Laguna3 que decía:
¡Qué suerte que no soy Cecilia!Así puedo mirarla.
Pues eso, amigas, qué suerte haber podido miraros todos estos años. Ahora os miraré desde un poco más lejos, pero con el mismo cariño. Pronto os enviaré yo también unos mensajes como estos que envió Álvaro el primer septiembre que no pasó en Madrid desde que nos conocimos:
(de esto hablan en este episodio de ciberlocutorio x punzadas)
BFFS: The radical potential of Female Friendship, de Anahit Behrooz.
Está recopilado en Estrellas vivas. Antología de poesía cursi.
qué suerte tan grande que existan energías como la tuya